
A lo largo del intervalo entre los puntos de inicio y término del espectro de los comportamientos al alimentarse, encontramos que las conductas dietéticas y los comportamientos de trastornos de alimentación graves, como las restricciones alimentarias, el vómito, uso de laxantes, ingestas de píldoras adelgazantes y atracones, están inclinados hacia el extremo de los TCA. La participación en conductas restrictivas y regímenes poco saludables, tal vez no sean lo bastante frecuente o intensa, para cumplir con los criterios diagnósticos que las definan como un trastorno de la conducta alimentaria, sin embargo, estas conductas llegan a afectar de manera negativa la salud, y tal vez conduzcan al desarrollo de un trastorno de la conducta alimentaria en el futuro.
También en ese espectro encontramos el atracón, que puede ser una señal hipoglucémica por hambre, sin llegar a ser un trastorno por atracón. Con esta conducta la persona busca ingerir carbohidratos sencillos, para satisfacer la necesidad del cerebro. Enseguida lo embarga una sensación de culpa, y se da inicio al ciclo de restricción, no solamente de ayuno, sino al uso de píldoras, diuréticos, etc. Cuando todas estas conductas inadecuadas son mantenidas en el tiempo, se produce una disminución de la tasa metabólica, que como resultado de todas estas restricciones otorga el efecto contrario, el sobrepeso y la obesidad.
Si no lograr el peso deseado viene acompañado de insatisfacción corporal, la frustración estará garantizada, pues el objetivo de mantener la pérdida de peso se vuelve cada vez más inalcanzable desarrollándose una relación insana con la comida. Es allí cuando adicionalmente, a los problemas de salud, sobrevienen los psicológicos, pues estas personas tendrán problemas de autoestima y poco autoregulación, con lo cual lo que realmente se está alimentando es el trastorno. No obstante, es cierto que también hay personas de tallas grandes (ob*sidad) y mantienen inadecuados hábitos de alimentación (comidas copiosas de alto contenido energético, sedentarismo) que no manifiestan preocupación por su imagen corporal y, en ese sentido, no presentan estos problemas, es decir a pesar de esto mantienen una relación sana con la comida.
Tal vez, como nuevo reto, ante todas estas conductas desordenadas de comer, sería necesario categorizarlos, dependiendo de la dimensión. Además, considero necesario, establecer un concepto de cronicidad, más allá de denominarlas “conductas de riesgos para padecer un TCA”, porque puede ser un TCA en inicio, un trastorno de la conducta alimentaria no específico o una anorexia atípica (que son estadísticamente típicos). Aunque sepamos que hay factores distintivos en un TCA, como la disfuncionalidad y el grado de posesividad, entre otros, aún pueden colarse estos trastornos en personas con conductas desordenadas de comer, que realmente padecen un TCA.
Como conclusión creo que es muy importante determinar, si se está ante un hábito de alimentación inadecuado, o frente a una conducta de alimentación desordenada, que pudiera conducir a un trastorno de la conducta alimentaria. En cualquiera de estos dos casos, la alteración del comportamiento persistente o conducta alimentaria destinada al control del peso, perjudica la salud física, emocional, y el funcionamiento psicosocial, por lo cual debe ser tratada antes que se convierta en un problema mayor.